La gente casi ya no observa el cielo, las ciudades ajetreadas y sus habitantes observan por todos lados; el reloj porque se hace tarde para el trabajo o un compromiso, la carretera o el rumbo a dónde se dirigen, los colores de los semáforos esperando a que toque el propio turno, las edificaciones montadas por los humanos a las que llegamos todos los días o pasamos cerca de ellas de acuerdo a nuestra trayectoria, y muchas otras distracciones que rondan en el exterior, algunas un tanto útiles, otras un tanto superficiales.
El hombre de hoy ya no tiene tiempo para detalles que parecen insignificantes pero que realmente son muy valiosos, en el afán de posicionar a la vida con un gran sentido de facilidades y tecnología para avanzar la sociedad también corre el riesgo de ser «idiotizada«.
Giovanni Sartori expone en su libro Homo videns el concepto de tele-ver, en el que expone la enajenación de ese aparato desde la infancia y lo llama video- niño. Sean cuales sean los desarrollos virtuales del vídeo-ver posteriores a la televisión ésta es la que modifica primero, y fundamentalmente, la
naturaleza misma de la comunicación, pues la traslada del contexto de la palabra
(impresa o radiotransmiuda) al contexto de la imagen.
La imagen y la comunicación visual es muy importante para hacer hacer atractivo el contenido al cliente y poder vender, pero se obtiene provecho. Por otro lado, las personas han perdido la capacidad de apreciar la escritura y lo más complejo.
No es que el común denominador se enfoque más en lo negativo que en lo positivo del ámbito tecnológico, porque realmente se podría sacar mucha ventaja, pero poco a poco van surgiendo las disyuntivas que ponen en peligro la esencia humana.
El punto no es erradicar esta parte, sino transformar y explotar el mundo digital, tratar de evitar que impere el consumismo y que se pierdan las habilidades cognitivas por la accesibilidad informativa.
Contrastes del ayer y el hoy
Hay un libro llamado Farenheit 451, peculiar de Ray Bradbury, en el que describe un momento importante, digno de mencionar, en la trama se prohibía la posesión de libros y por ende nadie podía leer, si a una persona o familia lo pillaban con obras literarias o de otro género los quemaban a la temperatura Farenheit 451. En una escena el bombero Montag, el personaje principal camina de regreso a su casa y se encuentra con la señorita Clarisse McClellan, quién le asegura que la gente que pasa por las calles normalmente está concentrado en otra cosa menos en mirar el cielo, y a ella le encanta voltear su cabeza hacia el empíreo con sus múltiples formas, colores y clima. Montag hace una reflexión acerca de ello y comparte su pensamiento.
La naturaleza y las entrañas que esconden son fabulosas e interesantes de analizar, no solo como recurso natural y que permite sobrevivir al ser humano sino como un elemento para ahondar en nuestros caóticos sentires y que aporte sosiego a las almas desesperadas. Espiritualidad es la característica que estamos perdiendo al estar en un mundo tan tecnológico.
En este apartado se está hablando de las repercusiones polémicas que puede generar el «avance» de las sociedades, para que de este modo se obtenga voluntad para combinar lo robótico y la programación con un toque de naturalidad y romanticismo.
Hay algunos libros entre ellos el que mencioné en párrafos anteriores, en los cuales abordan la visión de generaciones futuras y con un mayor número de máquina que controlan la vida cotidiana. «Posiblemente a eso llegaremos», es el augurio comúnmente aceptado y por el que trabajan miles de empresas y proyectos.
Desde la óptica científica representa una gran oportunidad, desde la visión humanista podría representar debilidad para el ser. Valdría la pena generar un equilibrio, pero también es muy difícil, y en sentido realista el curso de los hechos puede tener algo de fructífero y catastrófico, en el interior de cada uno de nosotros hay que medir «que es a lo que otorgamos más importancia» y de este modo, podremos disentir, pactar o adaptarse.